Shaquita

Creo en la dignidad humana como fundamento de toda vida ética.

Concibo al ser humano como una mezcla moldeada por su entorno, con capacidad de transformación, conciencia, empatía y creatividad.

Aspiro a vivir de forma íntegra, guiado por la libertad responsable, el cultivo de la virtud y el respeto hacia los demás.

Rechazo toda forma de dogmatismo, tanto religioso como secular.

Mi confianza en la ciencia es profunda, pero no ciega.

La ciencia es una herramienta poderosa para comprender el mundo físico, aunque reconozco que hay experiencias humanas, como el arte, la introspección y la compasión, que exceden lo cuantificable y requieren lenguajes más simbólicos y sensibles.

No adhiero a una religión, pero valoro las preguntas espirituales que nos conectan con lo esencial.

No creo en un Dios personal como lo presentan las religiones tradicionales, pero considero legítima la intuición de que podría existir una inteligencia o armonía detrás del universo.

No afirmo lo que no puedo demostrar; prefiero el asombro crítico a la certeza impuesta.

Mi brújula moral se orienta por la empatía, la razón y la reciprocidad.

Creo que el sufrimiento ajeno me importa porque he sufrido, porque imagino el dolor del otro como propio.

La ética no nace del miedo al castigo ni de la obediencia a una autoridad, sino de la conciencia del otro y del deseo de convivir con justicia.

Hacer el bien, sin dañar, es una elección libre que me construye como ser humano.

Reivindico el arte, la belleza y la introspección como caminos válidos de sentido.

Me conmueve la creatividad humana.

Una sinfonía, una pintura o un gesto de compasión pueden tener más poder transformador que cualquier dogma.

El arte me eleva porque me recuerda que la vida puede ser digna, a pesar de su fragilidad.

Acepto la muerte como fin, y por eso elijo vivir con propósito.

No sé si hay algo más allá, pero mientras viva, no quiero dejar pasar el tiempo.

Quiero ser útil, libre, consciente, y quiero dejar una huella de integridad y ternura en quienes me rodean.

No idealizo figuras, pero encuentro inspiración en quienes vivieron con coherencia y valor.

Admiro a los estoicos por su autodominio y compromiso con la virtud.

Pero no necesito figuras perfectas, sino ejemplos humanos que me ayuden a vivir con honestidad.

Mi espiritualidad es sencilla: vivir con sentido, servir sin sometimiento, y pensar con libertad.

Este es mi compromiso: cultivar la paz interior, la lucidez crítica y el bien compartido, sin imponer mis creencias ni ceder ante la indiferencia.

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